Carlos Castiglione: El ahumadero

martes, 5 de mayo de 2009

El ahumadero

En La Cumbre (Pcia de Córdoba) hay un ahumadero que me sirvió como punto de partida para hacer esta obra, lo que se grabó en mi recuerdo fue el humo que invadía todos los rincones, salía por la chimenea y bajaba por el patio impregnándolo todo, tiene un tamaño de 60 x 70 cm. y esta realizado sobre MDF.

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El porqué de algunas cosas

Tal vez se preguntaran porque estoy trabajando sobre MDF, en realidad es una elección personal que llevó su tiempo, pero luego de trabajarlo me he convencido que por la forma de pintar que yo realizo, con espátula, tengo una firmeza en el soporte, que no me la da la tela, me permiten extender el óleo con una sensación única que se percibe al empastar.
El MDF es un tablero de fibras de madera unidas por adhesivos urea-formaldehído. Las fibras de madera se obtienen mediante un proceso termo-mecánico y se mezclan con adhesivos que polimerizan mediante altas presiones y temperaturas, obteniendo grandes placas planas de distintos formatos y espesores.

El porqué de mi pintura con espátula es bastante sencillo de explicar. Desde siempre me acompaño el dibujo, inicié mis estudios por gracia de este talento que me dio Dios para dibujar, es así que durante bastante tiempo en mis principios me dedicaba al dibujo, luego cuando comencé a pintar me dí cuenta que no estaba pintando sino que dibujaba con el pincel. Para mí la pintura era otra cosa , quería yo poner sobre la tela luces y sombras plasmadas en colores pero sin atarme al dibujo perfecto, solo quería dar las sensación de ese dibujo pero en la imaginación del espectador, fue así que al trabajar con la espátula desapareció poco a poco el dibujo y empezaron a aparecer estas obras, en donde no existe el dibujo sino que son solo manchas de luz y sombra, colores y valores, que puestos en su justo lugar dan el resultado que les muestro.

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Carlos Castiglione o el diálogo entre armonía y belleza

Carlos Castiglione recibió a EL ARGENTINO en la tarde del miércoles en su rincón del mundo: Chacabuco 447, desde donde le pone color, perspectiva y magia a lo que ve con los ojos y con el alma.

El mismo es parte del inventario de este obrador del arte o atelier. Su “taller” -como él mismo lo llama- es un espacio donde se aprende trabajando. Es pequeño y cálido; cálido y simple; simple y diverso; diverso y armónico; armónico y bello.Ladrillo y madera y aberturas por donde se filtra la luz; pomos de pintura, pinceles y espátulas, anticipan la creación. Pero lo que más llama la atención son las “otras ventanas”: los cuadros que esperan y miran, que son observados y se hacen amigo de las luces y las sombras que emanan desde sus propios colores y trazos. Todo conmueve, nada es uniforme.Ya lo dice el propio Castiglione: “Si esta pasión pintada en una tela motiva un solo latido de tu corazón, habré logrado mi imperceptible aporte sobre la inmensidad de la creación”.Nacido en Buenos Aires el 11 de junio de 1946, comenzó sus primeros estudios de pintura en 1956 en el taller de “Cata Mórtola de Bianchi”, donde incursiona en carbonilla, pastel, acuarela, acrílico, llegando al óleo, hoy su elemento preferido.Este dato en la vida de Castiglione no es para soslayar, dado que por intermedio de “Cata” llega a conocer a consagrados como Benito Quinquela Martín y Juan Carlos Castagnino.¿Cómo llega a Gualeguaychú? La respuesta la ofrece el propio Castiglione. “En la década del ´70 y hasta principio de los ´80, vivía en el campo, dado que mi recurso más importante estaba vinculado con las tareas rurales. Justamente, en 1980 me radico en Gualeguaychú e inicio el primer taller en lo que luego sería la Casa de Cultura”.De aquellos años, Castiglione resalta su paso por el Instituto “Osvaldo Magnasco”, donde también ejercerá la docencia, siempre de manera desinteresada y gratuita. “Actualmente, en este taller de calle Chacabuco 447 también doy clases, pero siempre gratuitas. Porque entiendo que este don es un regalo de Dios y no puedo usufructuar de él”, dice con simpleza y naturalidad; aunque rompe la lógica de la regla.-¿Cómo que gratis?, repregunta EL ARGENTINO.-Sí, gratis, porque entiendo que no puedo cobrar por este don. Lo único que me reservo es a quién doy clases; que por otra parte es un viaje de ida y de vuelta, porque a la vez que enseño, aprendo; y además es un encuentro que me permite producir”.Para Castiglione cada una de sus exposiciones (aún las iniciales como las actuales) han sido valiosas, “porque el arte que no se puede compartir, no merece ser llamado tal”.1975 será un año histórico, porque en la Galería Michel, hace una exposición individual de dibujos en lápiz; a la que seguirá en 1980, otra en el Instituto Magnasco, participando de su primera exposición colectiva.Actualmente expone sus pinturas en la Galería “Del Socorro”, Buenos Aires; y en “Mazione” de la República Oriental del Uruguay y sus cuadros están incluidos en el Catálogo Nacional, un lugar al que acceden solamente los consagrados.Sus obras se exhiben en diversas galerías, como Lagard, Samotracia, ambas en Capital Federal; pero también en Furman, en La Falda, Córdoba; y la ya citada en La Barra; entre otros lugares clave para la cotización en su concepto más amplio y específico.“Playa de pescadores”; “Quebrada de la luna”; “Llegando a las sierras”; “El rancho del fondo”; “Ojos verdes” o “Invierno en el río Gualeguaychú”, entre otras obras de Castiglione, son ventanas a diversos mundos, “al mundo” que cada uno encuentra en cada cuadro.Lo mismo ocurre con sus obras más recientes como “Barcas”; “El sol de Tilcara”; Callejón” y “Anocheciendo”.“Todos cuadros son representaciones de paisajes, momentos, situaciones, que he vivido de manera presencial. Podría, por una cuestión de técnica, reproducir cualquier imagen, pero estoy seguro que sólo transmito cuando el alma está presente”, define este pintor que ha renunciado a la reproducción por la reproducción misma y se centra en la creación.
Criterios
Todas las expresiones artísticas siempre tienen uno de los sentidos como predominante. En la música, ese sentido es el oído; en la pintura, es la vista, para citar a los más obvios. Sin embargo, así como se puede determinar un sentido predominante, también existe un sentido complementario. En la poesía, tallan la vista y el oído. Para Castiglione, en la pintura prevalece además de la vista, el tacto.Pero eso no es suficiente para reconocer que algo es bello. Para algunos, la belleza está vinculada con las proporciones, es decir, el número. De hecho, los pitagóricos ya lo habían “descubierto” al sustentar que las cosas existen porque previamente hay un orden. Esto es práctico en la música, donde el ritmo (que es matemático y por lo tanto proporcional) y el silencio (el cero en el sonido), se hacen belleza.Si esto es cierto, también es verdad que hay belleza en el desorden, por eso ya en la Edad Media, Tomás de Aquino le adjudicaba a la belleza la integridad, es decir, el equilibrio entre las entidades diversas.“La belleza no es otra cosa que sabiduría”, sostiene sin polémica ni teoría Castiglione y aclara que “todos, sin excepción, tienen esa sabiduría que les permite -aún sin saberlo a ciencia cierta- si algo es bello o no. Y en eso, como dice el dicho popular: sobre gustos no hay nada escrito”.En Chacabuco 447, Carlos Castiglione pinta al óleo sobre una tela, como quien escribe una historia. De hecho, sus imágenes -independiente del motivo- dan cuenta de una historia previa y a la vez de un instante futuro. Si el lector observa esos cuadros y siente algo, es porque (como lo dijo ya Castiglione) el artista “ha logrado su imperceptible aporte sobre la inmensidad de la creación”.Así, el diálogo entre la armonía y la belleza se expresa en la obra de Castiglione de manera permanente, en un equilibrio oscilante -nunca estático- que obliga a inclinar la cabeza para el lado de la reflexión.
Por Nahuel Maciel© EL ARGENTINO, 2008

Carlos Castiglione

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martes, 5 de mayo de 2009

El ahumadero

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